El denominado
“monstruo de Lahore”, Javed Iqbal violó, descuartizó y mató a un centenar
de menores con ayuda de 3 cómplices, a modo de venganza hacia la Policía. El
juez lo sentenció a la pena de muerte siguiendo la ley del talión “Ojo por ojo, diente por diente”.
Nacido el 8 octubre de 1961 en Lahore, Pakistán, Javed
Iqbal Mughai fue el cuarto de ocho hijos varones; desde pequeño destacó por
su inteligencia, su fuerte liderazgo y don de gente. Durante sus estudios
universitarios, Javed descubrió sus
tendencias homosexuales, lo que le hizo romper con su presente y abandonar la
carrera.
A los 20 años se volcó en el estudio del Antiguo y
Nuevo Testamento así como de otros escritos religiosos, además de enfocarse en
ayudar a los más necesitados, principalmente a niños abandonados o de la calle.
Fue así comenzó su labor como protector de menores que se encontraban en la
miseria.
Se casó con una adolescente de 17 años con la que
tuvo un hijo, pero a los 2 años lo abandonó tras acusarlo de sodomizar a un
niño de la calle. Nadie hizo caso a dichas acusaciones pero fue detenido a
finales de 1990 por abusar de otro menor en plena calle sin embargo, salió en
libertad después de que su familia pagase una jugosa multa. Esto ocurrió en
otras dos ocasiones, ya que lograba pagar las astronómicas multas con el dinero
que su padre le dejó de herencia.
El 17 de septiembre de 1998, Javed fue brutalmente golpeado por varios menores, sufriendo
terribles lesiones: le fracturaron el cráneo, la mandíbula y la espalda. La
muerte de su madre unida a la inutilidad de la policía por no detener a sus
agresores, generó en él un sentimiento incontrolable de rabia y frustración.
Fue así como el pederasta se convirtió en asesino e inició su venganza, asesinar
de forma metódica a 100 niños para después confesar los crímenes y terminar
suicidándose, demostrando así que el sistema era corrupto e ineficaz.
Para llevar a cabo su plan, Javed se valió de la ayuda de otros 3 menores, a quienes engatusó
con dinero y regalos. Gracias a su local de ocio y videojuegos, Javed atraía a niños sin recursos
ofreciéndoles dulces o dinero, por medio de sus secuaces. Una vez en el
interior los violaba salvajemente y tras matarlos, los descuartizaba y los introducía
en ácido, una vez que los restos estaban disueltos, los vertía en las
alcantarillas de la ciudad.
Lograr su venganza le llevó poco más de un año,
finalmente el 22 de noviembre de 1999, Javed
envió una carta a la policía explicando sus crímenes sin embargo, nadie
creyó en sus palabras. El 30 de diciembre del mismo año, redactó otra carta, ésta
dirigida al periódico Daily Jang, en
donde describió detalladamente sus asesinatos y adjuntando un listado con los
nombres de las víctimas y las fechas en las que perpetró los crímenes, además
de 57 fotografías de los menores. Al día siguiente, se entregó en la comisaría.
Cuando los investigadores registraron su propiedad,
encontraron restos de huesos humanos, 85 pares de zapatos y varias fotografías
de las víctimas, así como un cartel que decía, “estos cuerpos no han sido eliminados con el propósito de que la
policía los encuentre”. Además, Javed
entregó un diario con 32 páginas con todos los detalles de los asesinatos.
Aunque fue sentenciado a muerte, el Consejo de Ideología Islámica revocó el
veredicto por lo que se le impuso una pena de 700 años de cárcel; sin embargo,
4 días después de la sentencia (8 de octubre 2001) Javed y unos de sus colaboradores aparecieron muertos en sus celdas
y aunque las autopsias revelaron que presentaban múltiples golpes, los
fallecimientos se calificaron como suicidios.
Samantha Aguilar