Fue durante el siglo XIX, cuando Francisco
Guerrero Pérez alias “El Chalequero”
utilizó el Río Consulado como vertedero de los restos de más de una decena
de mujeres a quienes después de violar,
estrangulaba, torturaba y decapitaba.
Sus víctimas fueron prostitutas que trabajaban en el centro de la
Cuidad de México. “El chalequero” eligió
a este sector de la sociedad por considerarlas pecadoras pero además, por estar lleno de un
sentimiento de superioridad física y moral, por lo que utilizaba a estas
mujeres para desatar su odio contra el género femenino en general.
Se ganó el alias de “El
chalequero” por dos razones:
Su forma de vestir ya que tenía un
look de catrín, pantalones de casimir ajustados, camisa blanca, faja de
colores, sombrero negro, chaleco elegante y zapatos recién lustrados.
Obligaba a las prostitutas a tener
relaciones sexuales con él “a chaleco”, es decir a la fuerza.
A pesar de que sus homicidios era conocidos
por todas las prostitutas de la zona, ninguna fue capaz de denunciarlo debido
al temor a posibles represalias en su contra.
En 1888 fue detenido y acusado de matar a más de 20 sexoservidoras entre
1880 y 1888 y fue sentenciado a muerte pero el entonces Presidente Porfirio Díaz revocó su sentencia y le
dio 20 años de prisión sin embargo, fue indultado por error en 1904.
En 1908 vuelve a prisión después de matar a una anciana que “lo había
hecho enojar” y de nuevo, es sentenciado a muerte sin embargo, en 1910 con 70
años de edad, “El chalequero” muere
antes de cumplir su sentencia.
"No
entiendo muy bien lo que ocurre, solo se que tengo que hacerlo una y otra vez,
odio sentirme rechazado, odio a las mujeres, para mi no valen nada, huyen de mi
encuentro. Las poseo como un perro salvaje hace con su presa, las corto
hundo mi navaja hasta que la sangre cubre mis manos y mi puño alza la cabeza
cuando la decapito."
Samantha Aguilar