Durante
la Edad Media se creía que este demonio era el culpable de los errores en el
trabajo de los escribas lo que ha sido un excelente pretexto para justificar
los errores cometidos al momento de escribir. Es importante mencionar que en
esa época la falta de atención era considerada un pecado.
La
primera mención escrita de este demonio fue en el Tractus
de Penitentia (1285) de John de
Gales; posteriormente, a principios del siglo XIV el patriarca de Jerusalén, Petrus de Palude dio el sermón titulado "Fragmina psalmorum/Titivillus colligit horum" (Titivillus
coleccionaba trozos de los Salmos).
“Titivillus recoge los
fragmentos de estas palabras con las que llena su saco mil veces al día.)
(John de Gales, 1285)
Según
las creencias, Titivillus estaba obligado a encontrar muchos errores al día,
una vez terminado su labor, bajaba al infierno para registrar cada error/pecado
en un libro poniendo a su lado el nombre del monje que lo había cometido; este
texto sería leído el Día del Juicio Final.
Fue
así como los monjes encargados de copiar los textos sagrados, empezaron a tener
más cuidado y poner más atención en lo que hacían.
Para
el año 1475, los errores de los escribas eran muy pocos por lo que Titivillus tuvo
que buscar otras formas para cumplir su cometido como ocultarse en las iglesias
tomando nota de las personas que chismeaban durante la misa, también provocaba
la mala pronunciación, murmuraciones,
balbuceó de palabras…
Sin
embargo, tiempo después los errores de los escribas se multiplicaron debido a
la sobrecarga de trabajo pero en esta ocasión, en lugar de ver al demonio como
su enemigo los monjes decidieron tomarlo como aliado ya que después de todo él
los había tentado a cometerlos por lo que su presencia absolvía su culpa. Fue
así como se convirtió en el “demonio patrono de los escribas.”
“No ha sido culpa mía,
sino del malvado Titivillus”
Samantha Aguilar
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