Durante mucho tiempo se creyó que hasta que no se desarrollara al 100% el sentido de la vista, los bebés percibían el mundo en blanco y negro sin embargo, algunos estudios recientes han descubierto que el primer color que ven es el rojo.
Está comprobado que cuando nacemos lo vemos todo borroso ya que nuestra agudeza visual es de tan sólo 5%, además que la visión estereoscópica aún no la hemos desarrollado por lo que nos es imposible percibir profundidad de campo; es decir, que lo vemos todo en dos dimensiones. Lo cierto es que al nacer, nuestra visión está muy poco desarrollada y ésta irá evolucionando durante los primeros meses de vida hasta que pueda distinguir formas, distancias y colores.
Que podamos ver el mundo a color es gracias a unas células especializadas ubicadas en la retina, conocidas como conos y aunque desde que nacemos contamos con ellas, lleva cierto tiempo tanto su maduración como que el cerebro comprenda las señales que recibe.
Si bien es verdad que durante las primeras semanas empezamos a mostrar interés por patrones en blanco y negro, poco a poco comenzamos a sentirnos atraídos por colores más vivos e intensos. A los 2 meses todos los receptores del ojo sensibles al color ya están en pleno funcionamiento por lo que ya podemos distinguir colores, el primero que distinguimos es el rojo (por ser el más brillante), luego el verde y a los 3 meses el azul y el amarillo. Pero en cualquier caso tienen que ser colores saturados, es decir llamativos.
A los 4 meses podemos
distinguir la mayoría de los colores, mientras que a partir de los 6 nuestra
percepción visual ya reconoce una amplia gama de colores y diversos tonos.
Samantha Aguilar
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