lunes, 19 de octubre de 2020

LA CASTAÑEDA

 


También conocido como El Palacio de la Locura, La casa de los locos o Locópolis, La Castañeda fue un recinto del tamaño de una pequeña ciudad que albergó a todos los “locos” de la ciudad de México.

El Manicomio General la Castañeda fue inaugurado durante el Porfiriato como símbolo de progreso científico para celebrar el centenario de la Independencia de México. Durante sus 58 años de funcionamiento, este psiquiátrico llegó  a albergar a más de 60 mil pacientes catalogados como locos entre los que había alcohólicos, homosexuales, prostitutas y epilépticos.

Porfirio Díaz mandó a construirlo basado en la arquitectura del hospital psiquiátrico parisino Charenton sobre lo que fue una hacienda pulquera en el pueblo de Mixcoac (a las afueras de la Ciudad de México). La Castañeda pronto alcanzó las dimensiones de una pequeña ciudad ya que estaba compuesto por 26 edificios, constaba de 3 hileras de edificios: en el centro estaban los generales, a la derecha los de hombres y a la izquierda los de mujeres, todos ellos separados por amplios corredores.

Se empezaron a clasificar a los enfermos en los 23 pabellones por un lado los epilépticos, en otra las ninfómanas, al otro lado las prostitutas y junto con ellas los sifilíticos. El caos y la sobrepoblación aumentaron cuando el gobierno empezó a llevar a La Castañeda a convictos peligrosos, indigentes o simplemente personas que no tenían donde vivir, y si en un principio para poder ser paciente era necesario un certificado de “locura”, durante las décadas siguientes este requisito dejó de ser solicitado.

Durante las casi 6 décadas que estuvo en funcionamiento los encargados abusaron de la aplicación de electroshocks, aplicaban baños de agua helada ante el menor indicio de rebeldía, cada persona internada tenía que enfrentar condiciones extremas de insalubridad y aglomeración; debido a la sobrepoblación, los encargados tomaron la decisión de quitar las camas para ahorrar espacio a final de cunetas, los enfermos podían dormir en el piso.

 Samantha Aguilar

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