El maracuyá es el fruto comestible de la pasionaria, una planta trepadora nativa de Brasil y cuyo nombre científico es Passiflora edulis; aunque cabe mencionar que actualmente se cultiva también en Australia, Hawái, India, Perú, Sri Lanka, en algunos países del sur de África y en otros países de clima tropical.
Es una de las frutas más famosas, conocidas y apreciadas en el mundo ya que contiene muchos nutrientes: vitaminas A y C, minerales como el potasio, el fósforo y el magnesio, así como fibra. Además es un excelente regulador digestivo gracias a su poder saciante y su concentración de antioxidantes; y por si fuera poco, tiene efectos sedantes, especialmente indicados para problemas de sueño, también analgésicos y diuréticos para ayudarnos a conseguir una dieta saludable.
Definitivamente la maracuyá es una gran fruta y, sin temor a equivocarme, una de las favoritas de muchas personas, pero pocos saben que también es conocida como la fruta de la pasión y si bien este nombre parece remitir al amor e incluso a propiedades afrodisíacas del fruto, poco tiene que ver con eso.
Resulta que durante el siglo XVII, los misioneros jesuitas viajaron a Sudamérica para evangelizar el Nuevo Mundo. Al ver la flor de la citada planta, la habrían asociado con la simbología de la pasión de Cristo ya que para ellos, la flor contenía varios elementos que se emplearon en la crucifixión de Jesús.
El Museo Nacional de Costa Rica expone que, según esta interpretación su corola radial sería similar a la corona de espinas que le pusieron a Cristo, los estambres serían sus heridas en la cruz, los estilos serían los clavos, el androginóforo equivaldría a la columna de las flagelaciones, las hojas a la lanza con las que le perforaron su costado y las glándulas de las hojas a las piezas de plata que recibió Judas por traicionarlo.
Otra explicación más sencilla que se puede encontrar al respecto es que la flor remitía a la corona de espinas, los 10 pétalos y sépalos a 10 de los 12 apóstoles; los 3 pistilos a los 3 clavos de la cruz y su color púrpura al color de la Semana Santa.
Samantha Aguilar
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