Se dice que unos de los dolores más grandes que puede experimentar una mujer es cuando va a dar a luz, por lo que sería un sueño poder traer a este mundo una nueva vida sin dolor alguno, fue así como surgió el sueño crepuscular.
Fue en 1906 cuando los obstetras alemanes Bernhardt Kronig y Karl Gauss vendieron esta práctica como un parto sin dolor. El sueño crepuscular consistía en suministrar morfina y escopolamina durante el parto; la primera era para el dolor mientras que la segunda sustancia producía somnolencia, amnesia e incluso euforia.
El parto sin dolor fue un éxito y en poco tiempo, las mujeres viajaban desde Estados Unidos hasta Alemania para dar a luz por medio del sueño crepuscular; sin embargo la promesa de no sentir dolor no era real ya que en realidad lo que hacían era provocarles amnesia para que olvidaran el parto. En pocas palabras, el dolor no desaparecía realmente, sino que gracias a la escopolamina las mujeres se iban a dormir y se despertaban sin ningún recuerdo de haber dado a luz.
Por si fuera poco esta mentira del parto sin dolor, al haber provocado amnesia era muy común que cuando el bebé era puesto en los brazo de la madre, ésta no lo reconociera como propio ya que no recordaban el momento del nacimiento.
Cuando la técnica llegó a EUA, los doctores e investigadores se dieron cuenta que los fármacos podían atravesar la placenta hasta el bebé, provocando una reducción en la saturación del oxígeno y dañando su sistema nervioso central. En realidad, la imagen que tenemos de los médicos que dan nalgadas a los bebés para hacerlos llorar nació precisamente de esta práctica, ya que era la manera de revivir a estos bebés que nacían en un estado casi comatoso. Sin embargo, ni esto fue suficiente para terminar con esta práctica, tuvo que morir al dar a luz una fiel defensora del sueño crepuscular para que su popularidad disminuyera.
Hasta 1960 se siguió utilizando esta técnica en muchos partos, hasta que gracias a que varios periodistas contaron las condiciones en las que daban a luz esas mujeres revelando que muchas de ellas, a pesar de no recordar nada, salían llenas de marcas y quemaduras, debido a que eran atadas durante el parto debido al dolor, esta práctica disminuyó considerablemente.
En conclusión, el sueño crepuscular no cumplía en realidad lo que prometía ya que el dolor seguía ahí, pero las mujeres no lo recordaban.
Samantha Aguilar