Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (RAE) el asco es “una impresión desagradable que es causada por algo que nos repugna”.
El asco como otras emociones, tiene una función de supervivencia, es decir, sentimos asco ante estímulos que pueden ser peligrosos para nosotros y que pueden comprometer nuestra salud. Es una emoción básica y a la vez universal, ya que la experimentan todas las especies en mayor o menor medida.
Fue Charles Darwin el primero en prestar atención a esta emoción. En su libro “La expresión de las emociones en el hombre y en los animales” (1872) lo define como algo repugnante que tiene relación con el sentido del gusto pero también con cualquier cosa que provoque esa reacción a través del olfato, el tacto y la vista.
El asco es una emoción primaria, es decir que forma parte del kit básico de supervivencia que los seres humanos llevamos incorporados de nacimiento. Constituye la respuesta emocional de prevención ante los venenos que podrían ser letales, su misión es evitar que podamos entrar en contacto o ingerir una sustancia dañina.
A pesar de ser una emoción básica, en el ser humano el asco también es moldeado culturalmente es decir que el asco también se aprende. Se desarrolla a partir de los 3 años y según estudios, es más probable que desarrollemos mayor tendencia a sentir asco entre los 6 y 12 años de edad.
Se podría decir que existen 2 tipos de asco: el puramente biológico, que nos protege de elementos dañinos, y el social.
Samantha Aguilar
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