Es una realidad que todos absolutamente todos suspiramos con mucha mayor frecuencia de lo que somos conscientes, de hecho suspiramos unas 12 veces por hora, gracias a un sistema cerebral que le ordena al cuerpo hacerlo de forma inconsciente.
Al suspiro se le conoce también como doble inhalación o respiración aumentada debido a la capacidad de expandir los pulmones; en pocas palabras, se trata de una inhalación más profunda antes de exhalar el aire y pertenece a las reacciones fisiológicas involuntarias. Aunque la respiración es un acto involuntario, su ritmo habitual es insuficiente para mantener al cuerpo con vida y por ello, de vez en cuando, hay que realizar una respiración profunda… suspirar.
El suspiro es una profunda inhalación que responde a una necesidad puramente biológica ya que si pasáramos mucho tiempo sin hacerlo, podría provocar que los pulmones fallen, además aporta aproximadamente el doble de volumen de una respiración normal, siendo la forma natural de inflar los alvéolos (sacos que se encuentran que se encargan de introducir oxígeno en nuestra sangre y expulsar el dióxido de carbono).
Sin embargo, el suspiro también juega un papel determinante desde el punto de vista psicológico, de hecho el cerebro interpreta los suspiros involuntarios como un desahogo ante la frustración, la decepción, la derrota o la pena. Además está confirmado que suspiramos 10 veces más a menudo por sentimientos negativos que por positivos.
Ya comentamos que suspirar es un acto omnipresente e inconsciente y psicológicamente puede significar frustración, tristeza, añoranza, descontento, aburrimiento, derrota o pena.
Samantha Aguilar
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