Un volcán es un lugar situado sobre la superficie terrestre en el que se produce la expulsión de material magmático, total o parcialmente fundido. Básicamente se trata de una abertura en la corteza terrestre conectada a una cámara magmática por la cual los materiales incandescentes (lava, gas y líquidos a altas temperaturas) del interior de la Tierra emergen y se acumulan en la superficie.
Se considera activo a todo volcán que ha tenido al menos una erupción en los últimos 10 mil años, o bien cuando presenta signos cuantificables de actividad, por ejemplo: fumarolas, sismicidad o deformación de la superficie.
Para que un punto de la superficie terrestre sea considerado como un volcán deberá contar con las siguientes partes:
Cámara magmática: enorme depósito a grandes profundidades donde se acumula el magma, que
es la masa de roca fundida que durante una erupción asciende hasta la
superficie.
Chimenea: el conducto que conecta la cámara magmática con el exterior.
Cono volcánico: producto de la acumulación de lava solidificada a partir de erupciones
que ocurrieron a través del tiempo. Dependiendo del número de erupciones que
hayan sucedido, el cono puede variar en grosor y tamaño.
Cráter: es la abertura en la cima del volcán. Tiene forma de embudo y es por
aquí por donde se producen las erupciones o expulsión de material.
Desde la prehistoria, los volcanes han sido conocidos y temidos. La representación más antigua de estas estructuras geológicas fue hallada en la cueva de Chauvet-Pont d'Arc, al sur de Francia, datada con 36 mil años de antigüedad.
Los volcanes también fueron definidos por griegos y romanos. De hecho la palabra volcán procede de Vulcano (dios del fuego en la cultura romana) hijo de Júpiter y Juno y esposo de Venus.
Samantha Aguilar
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