Fue el ingeniero ferroviario británico John Peake Knight, quien propuso emplear dos lámparas de gas, una verde y otra roja, para regular el tránsito. Fue así como el primer semáforo de la historia comenzó a funcionar el 9 de diciembre de 1868 en Londres en el exterior del parlamento británico de Westminster.
Utilizando como referencia las señales de ferrocarril, el diseño de Peake consistía en dos brazos verticales con dos lámparas de gas. De día, cuando el brazo estaba en posición vertical indicaba “seguir” y cuando estaba en posición horizontal indicaba “parar”, era por las noches cuando se utilizaban las lámparas de gas con los colores verde para “seguir” y rojo para “parar”. Sin embargo, a tan solo unos meses de su instalación, una explosión accidental hirió gravemente al policía encargado de su funcionamiento por lo que el semáforo fue retirado.
El aumento de la necesidad de controlar el tránsito debido al incremento de vehículos y la congestión en la circulación hizo que la idea del semáforo fuera recuperada a principios del siglo XX.
La evolución en la instalación de las primeras farolas eléctricas permitió adaptar la invención de Knight hacia un diseño eléctrico, más seguro. En 1912, Lester Wire retomó la idea de Peak y diseñó el primer semáforo con luces automáticas en rojo y verde, aunque a quien se le atribuye dicha actualización es a Wiliam Ghiglieri, ya que fue él quien obtuvo la patente del invento.
El primer semáforo eléctrico del mundo se instaló en Cleveland, Estados Unidos, en 1914, su inventor fue Garrett Augustus Morgan y regulaba el tránsito entre la avenida Euclid y la calle 105. Su diseño consistía en las ya tradicionales luces rojas y verdes, colocadas sobre unos soportes con forma de brazo, pero además contaba con un altavoz que emitía diferentes sonidos.
Años más tarde, se sustituyó el zumbido por la luz de color ámbar gracias al diseño de William Potts, y se instalaron por primera vez en el año 1920, en las calles de Detroit.
Samantha Aguilar
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