La
piedra de Rosetta, cuenta con inscripciones en egipcio, demótico y griego
antiguo, y es considerado el elemento clave para descifrar los jeroglíficos
egipcios. Fue hallada a mediados de julio de 1799 en el norte de Egipto, cerca
de la localidad de Rashid (Rosetta).
Se
trata de un gran bloque de piedra granítica de unos 760 kilos, que en alguna
época formaba parte de una estela, y en cuya cara pulida aparecen 3 tipos de
escritura: la parte superior compuesta por 14 líneas en jeroglíficos egipcios, la parte central cuenta con 32 líneas en demótico y la parte inferior formada
por 54 líneas en griego.
Bouchard, el oficial a cargo del
destacamento militar, decidió llevar el bloque al Instituto de Egipto en El Cairo, donde fue analizada y se llegó a
la conclusión de que los 3 epígrafes eran en realidad versiones de un mismo
texto, un decreto sacerdotal publicado en Menfis en honor del faraón Ptolomeo
V, y lo dataron en el año 196 a.C.
En
1801, los ingleses vencieron a las tropas napoleónicas en Egipto y se llevaron
la roca como botín de guerra a Londres; y aunque en el momento de su
descubrimiento la Piedra de Rosetta fue una pieza importante, no fue hasta 2 décadas
después (1822) que Jean-François Champollion
(lingüista e historiador francés), con
ayuda de una copia, finalmente descifró los jeroglíficos egipcios.
Hoy
en día es la pieza más visitada del Museo Británico de Londres.
Samantha Aguilar
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