sábado, 3 de diciembre de 2016

COREOMANÍA


Se trata de una fenómeno en donde las personas (hombres, mujeres y niños) bailaban hasta que se derrumbaban de agotamiento. La también llamada enfermedad del baile, epidemia de baile y “el baile de San Vito” se produjo en Europa entre los siglos XIV y XVIII.   Cabe mencionar que la mayor parte de los participantes eran gente pobre.

Cuando los enfermos padecían un “ataque de baile”, caían al suelo y se arrastraban de espaldas, otros perdían el conocimiento y echaban espuma por la boca, mientras que otros tenían convulsiones y contracciones irregulares de las extremidades; una vez terminado el episodio, la mayor parte de los afectados no recordaba nada de lo ocurrido. No es de extrañar que  esta manía fuese vista como una posesión demoniaca por lo que se creía que la única cura era realizar un exorcismo o una buena misa.

El primer caso conocido se dio en 1012 en Kölbigk, Alemania, cuando 18 personas se reunieron delante de la iglesia y se pusieron a bailar; se dice que el párroco, indignado por su comportamiento, los maldijo para que no pudiesen dejar de bailar durante un año entero. Los afectados no recuperaron el control de su cuerpo hasta la Navidad siguiente, cuando cayeron en un sueño profundo del que algunos no volvieron a despertarse. (John Waller, A Forgotten Plague: Making Sense of Dancing Mania).

El caso más famoso sucedió en Estrasburgo, Francia, en julio de 1518, cuando una mujer conocida como Frau Troffea salió a la calle y empezó a bailar; una semana después, había más de 100 personas bailando y al mes, el número de afectados sobrepasaba los 400.

El historiador John Waller, quien estudió este brote de histeria colectiva concluyó que los bailarines entraron en un estado de trance por una angustia psicológica extrema causada por el hambre, la enfermedad y las supersticiones, miedos y creencias que rodeaban a los más pobres de la sociedad de aquel entonces.

“Tanto hombres como mujeres habían sido tan ultrajados por el diablo que bailaban en sus casas, en las iglesias y en las calles, tomados de la mano y saltando en el aire. Mientras bailaban gritaban los nombres de algunos demonios, como Friske y oíros, pero no tenían conciencia de esto ni tampoco prestaban atención al pudor, aunque hubiera otras personas viéndolos.”
(Fray Pedro de Herental)


Samantha Aguilar

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