Se trata de una fenómeno en donde las personas (hombres, mujeres y
niños) bailaban hasta que se derrumbaban de agotamiento. La también llamada enfermedad
del baile, epidemia de baile y “el
baile de San Vito” se produjo en Europa entre los siglos XIV y XVIII. Cabe
mencionar que la mayor parte de los participantes eran gente pobre.
Cuando los enfermos padecían un “ataque de baile”, caían al suelo y se
arrastraban de espaldas, otros perdían el conocimiento y echaban espuma por la
boca, mientras que otros tenían convulsiones y contracciones irregulares de las
extremidades; una vez terminado el episodio, la mayor parte de los afectados no
recordaba nada de lo ocurrido. No es de extrañar que esta manía fuese vista como una posesión
demoniaca por lo que se creía que la única cura era realizar un exorcismo o una
buena misa.
El primer caso conocido se dio en 1012 en Kölbigk, Alemania, cuando 18
personas se reunieron delante de la iglesia y se pusieron a bailar; se dice que
el párroco, indignado por su comportamiento, los maldijo para que no pudiesen
dejar de bailar durante un año entero. Los afectados no recuperaron el control
de su cuerpo hasta la Navidad siguiente, cuando cayeron en un sueño profundo
del que algunos no volvieron a despertarse. (John Waller, A
Forgotten Plague: Making Sense of Dancing Mania).
El caso más famoso sucedió en Estrasburgo, Francia, en julio de 1518, cuando
una mujer conocida como Frau Troffea salió a la calle y empezó a
bailar; una semana después, había más de 100 personas bailando y al mes, el
número de afectados sobrepasaba los 400.
El historiador John Waller,
quien estudió este brote de histeria colectiva concluyó que los bailarines
entraron en un estado de trance por una angustia psicológica extrema causada
por el hambre, la enfermedad y las supersticiones, miedos y creencias que
rodeaban a los más pobres de la sociedad de aquel entonces.
“Tanto hombres como mujeres habían sido tan
ultrajados por el diablo que bailaban en sus casas, en las iglesias y en las
calles, tomados de la mano y saltando en el aire. Mientras bailaban gritaban
los nombres de algunos demonios, como Friske y oíros, pero no tenían conciencia
de esto ni tampoco prestaban atención al pudor, aunque hubiera otras personas
viéndolos.”
(Fray Pedro de Herental)
Samantha Aguilar
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