Relato
Quiero contar una historia que comienza como muchas otras...
Tiene como protagonista un pequeño niño que soñaba con el país de las maravillas propio de un cuento de hadas, que en el camino a encontrarlo se encontró con la vida misma. Tuvo que decidir sus caminos tomó uno, otro y uno más y se topó entonces con el mundo; enorme y complejo, con realidades muy distintas a las maravillas, que soñó.
Conoció el miedo y fue tan grande su impresión que se escondió detrás de la figura de un hombre que le abrió sus brazos. Pero aquel hombre venía arrastrando dolor, ansiedad y frustración y su escudo era el maltrato, la ira y el desamor. La necesidad y el instinto de supervivencia lo habían enseñado a callar, aprobar y complacer no por convicción sino por aprobación.
El tiempo pasó y el hombre que acogió al Niño aprendió a gritar, abusar y agredir, como la única forma que tenía para defenderse, practicaba aquella rutina, una y otra vez sin llegar al hastío. Pese a todo y aún sin merecerlo la vida fue benevolente; le puso en su camino compañías sinceras, pero él, que se había llenado de rencor, frustración e ira no supo retenerlas y las alejó una a una, desde aquellas por las que llegó a sentir simpatía, hasta aquella a las que el pequeño Niño se aferraba y amaba.
El final era previsible, el pequeño al final sucumbió en la más terrible soledad, ahogado en su llanto y sin consuelo, nunca llegó al país que tanto añoraba. No supo cómo, ni cuándo, pero hay quien asegura que fue una noche de noviembre, cuando tras un último grito del hombre colérico, el pequeño se durmió para siempre, nunca encontró su mundo ideal, se abrazó a su sueño sin realizar.
No estarán para saberlo, pero tengo un secreto que contarles ese pequeño Niño fui yo…
Querido autor anónimo
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