Fue en 1692
cuando en la localidad de Salem (Nueva Inglaterra) comenzó un juicio contra
varias vecinas acusadas de practicar brujería.
Todo inició la mañana del 20 de enero de 1692
cuando la hija y la sobrina del nuevo reverendo, Samuel Parrish, comenzaron
a sufrir ataques epiléptico,
desmayos y comportamientos extraños: se arrastraban por el suelo,
arrojaban objetos, se contorsionaban y convulsionaban y hablan en un idioma
extraño. Al ser cuestionadas, ambas afirmaron que sentían una “presencia
sobrenatural, inhumana e invisible”. Sin saber las causas, la única
explicación que encuentran está en el libro del reverendo Cotton Mather 'Memorable
Providences', en donde se aparece un caso brujería de una lavandera en
Boston con los mismos síntomas que las niñas.
Las niñas, al verse acorraladas, acusaon a su
nana Tituba, una esclava negra
procedente de Barbados, quien acostumbraba hablarles a las niñas sobre sus
costumbres y creencias como vudú, apariciones y hechizos. Durante el juicio, por
miedo a ser asesinada, Tituba no
solo confesó ser bruja sino también el haber
visto al Diablo.
Poco tiempo después, más niñas y algunos niños
comenzaron a sufrir los mismos síntomas: sienten como mordeduras y picaduras en
la piel, hablan en idiomas extraños y se
retuercen; para lo habitantes de Salem, parecen diabólicas, por lo que la única
explicación posible es que entre ellos debía de haber brujas escondidas, ocasionando un clima de histeria colectiva
y provocando que cada día surgieran más niñas embrujadas y nuevas sospechosas. hasta
alcanzar el sorprendente
Entre junio y septiembre de 1692, 14 mujeres
(con edades entre los 5 y 80 años) cinco y casi 80 años), 5 hombres y 2 perros
fueran encontrados culpables de brujería y sentenciados a la horca. La colonia,
sumida en la paranoia, llegó a acusar entre 150 y 200 personas de brujería.
Samantha
Aguilar
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