Cuenta le
leyenda náhuatl que hace mucho, mucho tiempo, los aztecas dominaban el Valle de
México por lo que los otros pueblos les debían obediencia y tributo, pero un
día el pueblo de Tlaxcala se cansó de la situación y decidieron hacer algo al
respecto declarando la guerra. Es precisamente aquí en donde inicia nuestra
historia…
Iztaccíhuatl,
la bella princesa hija del cacique de Tlaxcala, se enamoró del joven guerrero
Popocatépetl. Antes de ir a la guerra, el joven pidió la mano de la princesa como recompensa de su inminente victoria, el
padre aceptó el trato. El valiente guerrero se preparó para la guerra y partió
con la esperanza de ver su amor consumado a su regreso.
Pasados 3
meses, uno de los rivales inventó que Popocatépetl había caído muerto en
combate, al escuchar esto, la princesa Iztaccíhuatl lloró tan desconsoladamente
la muerte de su amado que murió de tristeza.
Sin saber
lo que había ocurrido, Popocatépetl siguió luchando y cuando finalmente regresó triunfante
fue recibido con la terrible noticia de
que su amada había muerto. El joven deshecho por la tristeza y lleno de coraje,
se llevó el cuerpo de su amada a lo alto de un cerro para darle sepultura, una
vez lo hubo hecho, permaneció arrodillado junto a ella y al poco tiempo murió dando
gritos de coraje por su amor perdido. Los dioses al contemplar esta triste
historia, se compadecieron de estos dos amantes por lo que los cubrieron de nieve
y los convirtieron en volcanes.
Desde
entonces Iztaccíhuatl y Popocatépetl permanecen juntos… Cuando Popocatépetl se
acuerda de su amada y del gran amor que hubo entre ellos, el fuego de su pasión
ocasiona que su corazón tiemble y comience a arroja fuego sobre la tierra por
la pérdida de su amada.
Samantha Aguilar
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