Pedro Alonso López bautizado como el “monstruo de los Andes” secuestró,
violó y mató a niñas en Colombia, Ecuador y Perú, con el único objetivo de
arrebatarlas la inocencia, esa era su misión.
Nació el 8 de octubre de 1948 en la localidad
colombiana de Ipiales. Su madre Benilda
ejerció la prostitución en su propia casa, de hecho tanto él como sus 12
hermanos, todos ellos fruto de las relaciones sexuales con sus clientes, dormían
en la misma habitación donde ella se prostituía. A los 9 años, Benilda
lo hecho de la casa después de que tratase de violar a una de sus hermanas.
Al convertirse en vagabundo, su vida cambió
drásticamente ya que fue víctima de varias violaciones, provocando que su
carácter se volviera cada vez más tosco y resentido. A los 12 años, una pareja
de estadounidenses se lo encontraron y decidieron adoptarlo.
Todo había cambiado para él, la fortuna le volvía a
sonreír pero un día, uno de sus profesores abusó sexualmente de él y Pedro decidió regresó a las calles.
Desde ese momento, la delincuencia fue su único modus vivendi, a los 21 fue
condenado a 7 años de cárcel. En un inició fue el juguete sexual de algunos
presos, pero un buen día decidió vengarse degollando a sus agresores y, por
primera vez, se dio cuenta del placer que le producía matar.
Una vez en libertad, Pedro viajó al sur de Perú donde empezó su aventura criminal
secuestrando y matando niñas. Tras violar, estrangular y matar a sus víctimas,
practicaba la necrofilia para después terminar escondiendo o enterrando los
cuerpos. Sus víctimas eran niñas de raza indígena. En Perú llegó a matar cerca
de 100 niñas de entre 9 y 12 años, por eso el apodo del “monstruo de los Andes”.
Entre 1978 y 1980 el número de desapariciones de
niñas fue en aumento, principalmente en Colombia y Ecuador, la Policía lo
atribuyó a un incremento de la esclavitud sexual y la trata de personas, y no
tanto a un asesino en serie.
Fue detenido luego de que intentó secuestrar en un
supermercado a Marie, una niña de 12 años. Los gritos de su madre alertaron a
los empleados del local que lograron darle caza. Una vez en comisaría, Pedro se negaba a declarar y después de
varias horas sin conseguir nada de él, los policías al saberlo católico, pidió
ayuda al padre Córdoba Gudino quien,
en pocos minutos, consiguió aflojar la lengua del asesino.
“Obligaba a la niña a tener sexo conmigo y ponía mis
manos alrededor de su garganta. Cuando el sol salía la estrangulaba. […] Solo
era bueno si podía ver sus ojos. Nunca maté a nadie de noche. Habría sido un
desperdicio en la oscuridad, tenía que verlas a la luz del día […]. Había un
momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y
observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan
saben a qué me refiero”.
Entre Colombia, Ecuador y Perú, Pedro Alonso asesinó a más de 300 menores. En Ecuador lo condenaron
a tan sólo 16 años de prisión, la pena máxima posible en 1980 para delitos de
este tipo. Tras cumplir la condena fue extraditado a Colombia para ser juzgado sin
embargo el juez lo encontró demente y, por tanto, inimputable.
Tras pasar 4 años en un centro psiquiátrico de
Colombia, en 1998 le impusieron una fianza de 50 dólares y la obligación de un
tratamiento psiquiátrico y su posterior seguimiento mensual ante la autoridad
judicial. Una vez en libertad, el “monstruo
de los Andes" desapareció.
Samantha Aguilar