La desecación del Mar de Aral, ubicado entre Uzbekistán y Kazajstán, está considerada como uno de los desastres ecológicos más infames llevados a cabo por el ser humano ya que como han confirmado diferentes testimonios, se llevó a cabo de forma consciente y premeditada.
Todo comenzó en la década de los 60’s, cuando las autoridades de la antigua Unión Soviética diseñaron y desarrollaron un plan para convertir los territorios desérticos de Asia Central en el mayor centro algodonero del mundo sin embargo, debido a que el clima árido de la región no facilitaba el cultivo de la planta, los altos mandos pusieron en marcha un proyecto para regar los campos con las aguas de los ríos Amu Daria y Sir Daria, los 2 ríos que abastecían al Mar de Aral.
El plan salió como se había esperado y durante décadas la Unión Soviética lideró la producción mundial de algodón, aunque a un precio muy alto: dejar sin agua el gigantesco lago y condenarlo a la desaparición.
Las primeras víctimas de esta catástrofe medioambiental fue el propio ecosistema y la próspera comunidad pesquera que vivía de él; pero además también el clima cambió. Al desaparecer el Mar de Aral, las precipitaciones disminuyeron provocando que las temperaturas se hicieran cada vez más extremas; pero además las consecuencias para la salud fueron nefastas: enfermedades como el cáncer linfático, de hígado y de garganta, la anemia, la bronquitis crónica, la tuberculosis, la fiebre tifoidea, la hepatitis y el asma se dispararon. Actualmente la zona es conocida como Pequeño Aral.
Samantha Aguilar
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